lunes, 23 de septiembre de 2013

Bauchazeta: la otra historia...

Detrás de la maravilla del lugar, de la variedad de colores de los cerros, de la paz de la montaña, de la inmensidad de los valles, de la profundidad de sus quebradas....se esconde otra  historia para nada agradable en nuestras experiencias de vida.
Es que cuando nos subimos a la camioneta para regresar a la escuela albergue, la 4 x 4 no quiso arrancar. Y a partir de ese momento se instaló en nuestras miradas la incertidumbre y la angustia invadió nuestras almas. Tuvimos que sacar a la luz nuestra imaginación para resolver esta difícil situación.
Minutos antes, Ana al cruzar el arroyo congelado, quebró el hielo y cayó al agua. Como no llevaba calzado de repuesto quedó totalmente descalza ya que sus medias también se mojaron. Cubrió sus pies con lo que tenía a mano para evitar que se enfriaran.
Mil intentos fallidos en hacer arrancar la camioneta. Comenzamos a empujar, Ana hizo lo propio sin calzado. Todos pasamos por el volante con la ilusión de que alguno de nosotros pudiera hacer "el milagro" de arrancar el vehículo y todas las tentativas fracasaron. 
Logramos avanzar a fuerza de empujones unos 300 mts, pero nuestras fuerzas llegaron a su límite y nuestro agotamiento físico que se manifestó con mareos intensos y náuseas, más el intenso frío, impidieron continuar con los intentos. 
Comenzamos a deliberar sobre las alternativas que teníamos y lo más conveniente era buscar auxilio en el puesto, que estaba según nuestros cálculos a 10 km de distancia.
Se armó el operativo de rescate: Luis y Ana irían en busca de ayuda; Francisco y yo haciendo el aguante en la camioneta.
A Ana le presté mis botas y campera de duvet. Luis llevó en sus espaldas la mochila de Ana, por ser la más chica, con agua y comida. Nosotros también teníamos provisiones para pasar la noche si fuera necesario.
Eran las 5 y media de la tarde cuando mis compañeros de montaña comenzaron la caminata en busca de auxilio. El sol poco iluminaba ya que estaba muy nublado; esto ayudó a que oscureciera más temprano.
Esta vez fui yo la que se quedó descalza. Cubrí mis pies con un gorro de polar, con remeras y buzos y aún así nunca pude calentarlos.
Poco a poco se fueron alejando hasta que perdímos de vista a Luis y Ana. Comenzó a caer agua nieve, el viento se sentía por momentos muy fuerte y cuando menos lo esperábamos se hizo la noche. Pasaba el tiempo y el frío cada vez se sentía más. Comenzó a empañarse los vidrios de la camioneta. Con Francisco cubrimos el sector derecho del vehículo con un aislante. El frío se intensificaba y la helada también. Los vidrios por dentro se convirtieron en escarcha. Para poder mirar hacia afuera debíamos utilizar las uñas y rasgar los vidrios por la cantidad de hielo acumulado. 
Mil y una conjeturas, imaginábamos situaciones, recalculábamos los tiempos de espera y hasta la vías a seguir en caso de pasado un tiempo y no contar con el auxilio necesario.
Los minutos pasaban al igual que las horas. El frío se hizo sentir haciendo funcionar los mecanismos de defensas y nuestros cuerpos comenzaron a tiritar. Cada uno por su lado, fregaba sus extremidades, movía brazos, piernas, manos y pies para tratar de activar la circulación, pero en  cada movimiento sentíamos que nos agitábamos.
Sabíamos con Francisco que no debíamos perder la calma, que dentro de la situación de extremo que estábamos atravesando teníamos cosas a nuestro favor: no estábamos en la interperie, teníamos agua y comida y si fuera necesario contábamos con el otro para propiciarnos calor. 
Pero las cosas empezaron a complicarse. Quisimos calentar agua para tomar una sopa y la llama duró unos minutos, pues el gas comenzó a congelarse al igual que el agua de las botellas.
El frío era tan intenso que tuvimos que improvisar un baño. Le pasé una botella plástica a Francisco y con su navaja la cortó por la mitad. De esta forma pudimos orinar sin salir de la camioneta, pero al vaciar el recipiente el orín quedaba congelado en el suelo.
Cada tanto nos quedábamos dormidos, pero el frío reinante nos despertaba a cada rato. En medio de la oscuridad, de la temperatura gélida, de la aflicción que teníamos sentimos ruido de un motor. Agudizamos nuestros oídos y pudimos distinguir que era un avión. Fue una falsa alarma.
Mientras nosotros soportábamos temperaturas de 15° bajo cero, Ana y Luis caminaban bajo la nieve que les caía de frente, haciéndoles doler los ojos. Caminaron 5 horas en una distancia que duplicó lo imaginado. En el camino notaron pisadas de puma y hasta Luis vio uno. Se pararon un par de veces para descansar,  el agotamiento llegó a sus límites pero la desesperación por encontrar auxilio pudieron más.
Llegaron al puesto y nuevamente la desazón ....no había nadie. Ingresaron a una habitación, comieron y se acobijaron con las mantas de lana que hallaron en el lugar.
Tanto ellos como nosotros estábamos conectados con nuestros pensamientos, y cada uno en su intimidad rezaba para que todo terminara pronto y de la mejor forma.
Pasada la media noche hicieron contacto con los dueños del rancho: los Muñoz, que gentilmente los invitaron a dormir en su casa, les prepararon el desayuno y fueron en busca de una camioneta para tirar la nuestra.
Ya con el amanecer celebramos con Francisco el haber pasado la noche a pesar del entumecimiento que teníamos. Mi compañero me tuvo que hacer masajes en los pies ya que no los sentía. El sol comenzó a asomar y con él a descongelarse los vidrios. Los rayos del astro entraban en la camioneta y poco a poco fue mejorando el clima hasta que nuestros cuerpos entraron en calor.
Francisco salió a buscar agua; yo puse a descongelar las botellas y saqué las zapatillas de Ana para que se secaran.
Nuevamente en la camioneta, armamos el plan a seguir si continuaban pasando las horas y no nos rescataban.
Lo primero fue levantar el capot para permitir que el sol descongelara los caños e intentar con el arranque. Mientras Francisco llevaba a cabo esta operación, aparecieron Luis, Ana, los Muñoz (padre e hijo) y otras dos personas más.
La alegría invadió nuestros corazones y en un abrazo  lleno de emoción con Ana dejamos plasmado la vivencia inolvidable que pasamos...