Este desafío lo tenía en mi mente desde hace varios meses. A penas publicaron su realización me fui a inscribir y a partir de ahí comencé a imaginar cómo sería correr en el Parque Autárquico de Ischigualasto entre medio de sus formaciones geológicas.
Esta vez fui con parte del grupo Mtb San Juan y desde que partimos hacia Valle Fértil la convivencia con este grupo fue maravillosa.
Llegamos al Valle en la
noche del día viernes, nos instalamos en la localidad de Astica. Luego fuimos a
la presentación de la Agrupación Mtb de lugar, a quienes Hugo ayudó para la
conformación de este grupo, y al
regresar a nuestra morada, y como buen
dueño de casa, Hugo preparó un delicioso asado previa entradita de salamín y
queso.
A la mañana siguiente, luego
de un suculento desayuno, partimos hacia Valle Fértil, en cuya plaza
departamental se realizaron las acreditaciones para el 6° Desafío.
Regresamos a Astica, y ya nos
estaban esperando para almorzar pastas como es de costumbre previa a la
competencia. Luego de buscar nuestras indumentarias para la carrera y abrigos
para la noche, partimos ansiosos hacia Ischigualasto.
La ruta estaba muy
transitada con los vehículos que se dirigían al mismo destinos, y al igual que
nosotros con bicicletas acuestas, y en su gran mayoría con los números puestos.
Una vez en el Parque
mientras esperamos la largada, nos cambiamos de ropas y dejamos en condiciones
las bicis; además de haber entrado en calor como corresponde.
El Desafío se desarrollaba
en dos modalidades Mtb y Duatlón. Ésta se largó primero y media hora después,
luego de la cuenta regresiva dada por el Gobernador de la provincia de San Juan,
Sr. José Luis Gioja, comenzó a rodar la edición de mountain bike, la cual tuvo
un record de 700 participantes entre ambas modalidades.
Aún el sol mostraba sus
rayos de luz, cuando realizamos la
primera etapa que consistió en una gran bajada con curvas y contracurvas algo
peligrosas. En este trayecto las bicis andaban a una velocidad considerable y
yo traté de mantener un buen ritmo sin exigir demasiado las piernas. Por el
suelo se veían caramañolas tiradas, sus dueños prefirieron dejarlas y no perder
tiempo en ir a buscarlas; algunos ciclistas apostados a la orilla arreglando
sus bicicletas; otros sentados con síntomas de haber tenido alguna caída.
Luego de una curva
pronunciada los primeros bikers regresaban en sentido contrario y muchos de
ellos con las luces prendidas en sus bicis y cascos, lo cual daba otro tinte al
panorama natural que ofrece este circuito
Comenzó la subida que llegó
al Submarino, primer puesto de control. Algunos la subieron caminando, pero yo a
ésta como a casi todas las subidas, la hice arriba de la bicicleta. Nuevamente
una bajada, llanos, arenales, curvas; pelotones que me pasaban y ciclistas que
yo pasaba. A esta altura ya estaba anocheciendo y pudimos ver la luna sobre el
paredón rojo que teníamos en frente. Pasamos por la geoforma denominada Hongo y
la luz de mi bici dejó de funcionar. A partir de entonces mi visibilidad se
redujo en gran medida ya que contaba únicamente con el frontoluz del casco.
Ya de noche, sola y después de haber pedaleado unos 30 km,
comencé a acercarme a las luces rojas de la bicicletas y empecé a pasar
ciclistas tanto mujeres como varones. También
algunos caminaban con las bicis al lado en claro gesto de cansancio. Yo
por momentos sentía que la bici se me frenaba y cuando dirigía mi luz al piso
me encontraba en un arenal, trataba de salir de ella y comenzada nuevamente a
subir la velocidad. Llegamos al segundo puesto, me marcaron el número y
continué sin antes dejar atrás a dos ciclistas más.
Faltaban algunas subidas, yo
me sentía muy bien y más motivada estaba cuando pasaba a algún biker. En una
subida en curva miré hacia atrás y vi otro espectáculo, las luces blancas
parecían luciérnagas que se movían en mi dirección.
Llegué junto a otros
ciclistas al último puesto de control,
donde debíamos desviarnos. Aquí nos dijeron faltan 5 km para la llegada y que debíamos bajarnos de la bici. Así lo hice
pues, si bien era una subida cortita,
las piedras en el medio dificultaban el
ascenso. Inmediatamente venía una bajada que también la hice caminando. Pedalié
unos metros y vi que los ciclistas que tenía adelante lo realizaban a pie e
inmediatamente mi bici se frenó. Estábamos en medio del cause del río en un
gran arenal. Me puse a la par de algunos
y luego los pasé haciendo trancos más largos.
Ya arriba de la bici, una
suave bajada indicaba la proximidad de la meta. Personas apostadas al costado
del circuito daban el aliento necesario para llegar. Una última subida, el arco
de llegada estaba a la vista y la emoción de completar con un desafío fuera de lo común.
Pasé la meta y recibí la
medalla de fishiner. Otro logro cumplido. Otra satisfacción que me enorgullece
y me insta a continuar con nuevas aventuras, con nuevos desafíos; ya que con
tesón, determinación y esfuerzo todo es posible!