martes, 25 de septiembre de 2012

Caminata con aires de mar

Nuestra idea era recorrer el sur argentino y hacer algunos trekking y/o andar en bici por esos lugares, pero debido a las condiciones climáticas reinante y al pronóstico del tiempo es que decidimos con Javier cambiar de rumbo.
Y de la cordillera pasamos a la costa Atlántica, más precisamente Las Grutas, San Antonio Este, San Antonio Oeste. Estas localidades se encuentran en el noreste de la Patagonia Argentina, en la provincia de Río Negro, sobre las márgenes del golfo San Matías.
Estas ciudades toman su vigor en la temporada veraniega, por lo que en esta época del año, casi no tienen vida. A tal punto que con Javier salimos a caminar por las playas de las Grutas y durante las dos horas que duró nuestra actividad física, lo hicimos prácticamente solos. Llegamos hasta Las Coloradas, un sitio lleno de piedras del color homónimo.
El día estuvo algo fresco, parcialmente nublado, con viento. Hicimos el mismo recorrido tanto de ida como de vuelta y en su trayecto vimos las aves playeras, que llegan para poder alimentarse y así continuar con su vuelo.
Estas playas de arena clara, de grandes acantilados, son extensas planicies que absorben el calor del sol durante la bajamar y lo transfieren por convexión a la masa de agua durante la creciente. Casi no tienen corrientes fuertes y su costa son de baja profundidad; el mar es cristalino y cálido.
Fue una caminata que si bien la hicimos a buen ritmo, para nada agotador. Mas bien placentera, disfrutando del paisaje, del aire puro y del murmullo que ofrece el mar.
Luego y en camioneta, fuimos a conocer la zona. Primero San Antonio Oeste. Una ciudad rodeada de mar, donde se hilvanan la historia ferroviaria, la actividad pesquera y el paisaje esmeralda de la Bahía de San Antonio.
Luego San Antonio Este. Un sitio especial en el que la costa es cubierta por un manto de caracoles que define los bordes de extensas playas, al pie de un importante cordón de dunas. Aquí encontramos una naturaleza agreste y mucha tranquilidad.
No pudimos dejar el lugar sin antes haber embarcado para hacer el avistaje de la fauna marina.
A poco andar y sobre la costa divisamos los lobos marinos de un pelo, que dormitaban a los rayos del poco sol que había. Nos internamos mar adentro y ya podíamos observar algunas ballenas francas. Vimos algunas saltar y al acercarnos éstas se alejaban. Nos internamos aún más y nos encontramos con algunas aves. Ya se podían divisar centenares de ballenas. Nuestro guía apagó el motor y no pasaron más de 10 minutos cuando una colosal ballena hizo su presencia. Quedamos todos maravillados! Se asomaba con sutil movimientos, mostraba su cola y hasta pudimos observar sus ojos. Se volvió a sumergir y pasaba por debajo de la lancha.  Se vivió una aventura a pura emoción en un escenario de esplendor natural, donde casi podíamos tocar a este mamífero que parecía estar a gusto con nuestra presencia. 
Ya de regreso salieron a nuestro encuentro tres bellos delfines que con sus saltos acapararon nuestra atención. Por lo tanto este avistaje se convirtió en una nueva experiencia de acercamiento e interpretación de la naturaleza de forma sorprendente.