martes, 11 de diciembre de 2012

El Fortuna...la revancha!

El Fortuna 4420 msnm
Esta es la tercera vez que intentaba hacer cumbre en este cerro y para ello le pedí a Emilio que me acompañara. También se sumó a esta idea Alicia, Raúl, Miguel y Ana, pero estos dos, a último momento no pudieron ir.
Partimos el viernes por la tarde con la idea de aclimatar más tiempo. Llegamos al Refugio del Club Andino Mercedario, en Arrenquintín, Agua Negra, Iglesia como a las 8 de la tarde. Nos ubicamos, buscamos leña y luego Emilio se preparó un sabroso asado. Mientras estábamos cenando llegó otro grupo de montañistas de 4 personas para hacer, al igual que nosotros, el Cerro El Fortuna; sólo que ellos lo intentarían el día sábado ya que vienen de hacer varios cerros y tienen años de experiencia en la montaña.

 


El día sábado nos despertamos con la luz del día y ya el otro grupo había partido al Fortuna. Nosotros desayunamos tranquilos y luego nos fuimos hacer un treking para ir aclimatando a la altura. Luego de cruzar el río, subimos a la ruta caminamos un trecho y nos internamos en la Quebrada del Arroyo Largo, en donde en todo su recorrido teníamos un hilo de agua cristalina y bien fría. Este arroyo lo cruzamos varias veces para poder seguir la huella. Mucho pastizal, arbustos con espinas, cortaderas, mariposas, lagartijas y pájaros fue lo encontramos en nuestro andar. Subimos varios metros entre 500 y 600 mts y ya pudimos divisar a nuestro objetivo: "El Fortuna". 

Atrás El Fortuna


Alicia y Raúl llevaban pantalón cortos y ambos terminaron con las piernas rasgadas por las espinas de las plantas. Tuvimos un día maravilloso con poco viento y un sol radiente. En un momento dado Emilio nos explicó el trabajo que realizaríamos para aumentar el nivel de glóbulos rojos y que consistió en apurar la marcha llevando un ritmo constante de respiración por ciclo de pisada. Este ejercicio duró 12 minutos en permanente subida: parecía que el corazón se nos salía de la boca, la frecuencia cardíaca aumentó considerablemente, transpiramos más de lo que lo veníamos haciendo pero al cabo de unos minutos logramos recuperarnos y seguir sin dificultad.
Esta caminata duró 5 horas y lo mejor fue que ninguno tuvo síntomas del mal de altura, además apreciamos el paisaje y nos sirvió para dejar en claro las condiciones de la salida y de toda salida en la montaña, ya que Raúl si bien en su vida hizo muchas maratones y carreras de aventura, era su primer experiencia en la alta montaña.
Llegamos al refugio, comimos y descansamos. Luego de jugar unas partidas al truco nos empezamos a preocupar porque ya habían pasado más de 12 horas y el otro grupo no regresaba. El sol comenzó a ocultarse y decidimos salir al encuentro. Miramos las montañas, las quebradas, por el lecho del río no divisamos al grupo, hasta que ya casi de noche pudimos localizarlos caminando por la huella al lado del río. Nos acercamos a ellos y nos contaron lo duro que fue El Fortuna. Ellos ingresaron por la quebrada que lleva su nombre y descendieron por la segunda quebrada. En ésta última se encontraron con piedras y descenso de agua, lo que les demoró el regreso. Dos de ellos nos dieron las mochilas para llevárselas ya que querían seguir a pie y sólo una de ellas regresó con nosotros, quién nos contó su experiencia en este cerro.

Al día siguiente nos levantamos bien temprano y con las primeras luces del día salimos a enfrentar El Fortuna. Llegamos hasta la base en auto y luego de caminar un poco y pasar saltando el río, encaramos directamente por la primer quebrada, sin antes encomendarnos a la Pachamama para que nos ayudara. Era evidente que había habido un alud, piedras de todos tamaños, casi nada de vegetación y la quebrada estrecha lo denotaban. Ya desde el inicio de nuestra caminata pudimos convalidar lo dicho del otro grupo. Fue una durísima pendiente que tuvimos que sortear. En ésta quebrada, a pesar que aún no le daba el sol, tuvimos que sacarnos los abrigos. Nos demoró un poco más de dos horas para salir de ella; y con los primeros rayos de sol empezamos a encarar el portezuelo que nos llevaría a nuestro destino. Esta fue la peor parte. Todo era un gran acarreo. Dábamos un paso y descendíamos tres. Nos ayudábamos con los bastones, pero nos daba la impresión que no avanzábamos. Era tal la impotencia que teníamos al ascender tan lento, que comenzamos a decir palabras grotescas. Este tramo de mucha pendiente nos llevó más de una hora hasta que pudimos dar con la huella de los guanacos. Acá las piernas tuvieron un descanso y seguimos las mismas hasta el portezuelo que culminaría con un gran roquerío. En este sitio nos detuvimos a descansar, comer e hidratarnos para luego encarar el rudo Fortuna. Esta parte también fue difícil: piedra, piedras y más piedras tuvimos que eludir. El paso se hizo más lento y las paradas más seguidas para poder hiperventilar. En primer lugar iba nuestro guía, luego seguía yo, después Alicia y  finalmente Raúl. Emilio parecía una cabrita como subía, además se daba el lujo de cantar, mientras que nosotros no teníamos aliento ni para contestar al "Cómo vas?". El se paraba y nos esperaba y cuando el grupo se reunía continuábamos nuestro andar. En un momento Emilio se adelantó y desde arriba nos gritaba dándonos aliento. Cuando pude acercarme a él pude ver la cruz del Fortuna y mi piel se erizó. Sentí una gran emoción y si bien, el verlo me estimuló, no pude apresurar el paso ya que mi corazón latía a mil. Emilio me miró y dijo: "Ahí lo tenés y lo puedo ver en tu cara...sacate las ganas, llorá". Y fue así que empezé a llorar hasta que puede dar con la cruz. Que sensación maravillosa; después de dos intentos fallidos, pude con el Fortuna, me dió revancha y conquisté su cumbre.
Unos minutos más tarde llegó Alicia y ambas llorando nos dimos el abrazo cumbrero. Emilio se quedó a esperar a Raúl y los dos llegaron a la cumbre. ¡Qué felicidad! La verdad es que con palabra no se puede expresar lo que se siente en ese momento: es Único!
Nuestro esfuerzo se vio retribuido por esa sensación de orgullo por la meta alcanzada, de que todo sacrificio tiene su recompensa. Fue una dura experiencia, pero la satisfacción es mayor. 
Todos en la cumbre nos felicitamos y nos dimos un gran abrazo y no dejamos de decirnos lo difícil que fue subir hasta la cima, y además coincidimos en esa sensación inexplicable que se siente al llegar a cumplir el objetivo propuesto.
Desde esta cumbre se puede apreciar gran parte de la cordillera: El Pata de Indio, el Cerro Olivares y su glaciar, el Pismantita, el Nevado de Pismanta, el Soldado, el Bronce, el Agua Negra; el dique Cuesta del Viento, y toda una magestuosa vista de colores montañosas.
Luego de las fotos de rigor, de sacar el testimonio del grupo del día anterior, dejamos el nuestro. Comimos, bebimos e inmediatamente emprendimos el regreso. El cual fue igualmente dificultoso. Teníamos que tener cuidado con las piedras para no caernos sobre ellas y en los acarreos veníamos despacio, ya que las piernas no coordinaban. Tardamos casi el mismo tiempo que el de subida. Paramos un par de veces para sacarnos las piedritas de las zapatillas. En la quebrada encontramos algo de agua y Emilio hizo un pozo más grande y pudimos mojarnos las cabezas, los pañuelos y gorros, y así más fresquitos continuamos nuestro descenso.
Tardamos en hacer el cerro El Fortuna 12 horas, donde tuvimos que desnivelar unos 1.200 mts. Todo un esfuerzo.
Agradecimos a la Pachamama por habernos ayudado a conquistar la cumbre, por no haber sufrido ningún percance, por no haber tenido el mal de altura, sólo dolor de cabeza por el calor y el sol reinante. Y por el día espectacular que nos tocó, algo de viento en la quebrada donde más lo necesitábamos.
Fue una de las cumbres más felices que experimenté y me ha motivado a continuar con otras más! Y aprendí que la montaña siempre está para alcanzar su cima, siempre nos dará otra oportunidad!

Empieza la caminata al Fortuna

En la quebrada

Llegando al portezuelo

Descanso en el roquerío

Cerro Fortuna 4420 msnm

En la cumbre

Descenso

Buscando agua

Otra cumbre más!